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Parece “tierra firme” y de repente...
Playground community
03 Abril 2018 18:47
Hay quien se ha referido al Polo Norte como el Desierto Blanco, pero es un “desierto” lleno de vida, y además repleto de agua.
A veces, las imágenes heladas hacen que olvidemos que gran parte del Ártico es todo un Océano. Una gigantesca masa de agua marina congelada —por desgracia, cada vez menos— que en algunos lugares y momentos es tan sólida que da la sensación de que se trata de “tierra firme”.
Es así desde la antigüedad. De hecho, en la zona en la que tienen lugar las imágenes de este vídeo se encuentra el Estrecho de Bering por el que, hace miles de años y aprovechando la congelación del mar, los primeros humanos llegaron a tierras americanas desde Asia. Los legítimos colonizadores del Continente Americano, mucho antes que los vikingos medievales y las huestes hispánicas del S XVI.
Siglos después, en 1867 tuvo lugar una operación comercial absurda por la que los rusos aún deben de estar dándose cabezazos contra las paredes, puesto que vendieron a los Estados Unidos el territorio de Alaska ( un millón y medio de kilómetros cuadrados aproximadamente) por la módica cifra de unos siete millones de dólares. Algo así como el precio de una mansión mediana en Beberly Hills. Desde entonces los estadounidenses no han dejado de sacarle partido a un territorio riquísimo no sólo en hielo, sino en fauna (caladeros de peces que nutren a una fortísima industria pesquera), petróleo e incluso oro. Todo eso por no hablar del innegable valor estratégico, que hace que la Armada estadounidense acuda recurrentemente a realizar todo tipo de maniobras en los confines del océano Glacial Ártico, protagonizadas, como en el caso de este vídeo, por sus impactantes y gigantescos submarinos nucleares de última generación.
En las imágenes, tomadas el pasado 21 de marzo en el Mar Beaufort, situado entre Alaska y los territorios canadienses del Noroeste y el Yukón, el USS Hartford surge de las profundidades y quiebra la gruesa capa de hielo. Emerge de la tranquilidad helada, como si de una montaña subterránea se tratase, destrozando la capa de hielo, levantando “el terreno” y erigiéndose como un edificio negro instantáneo del que surgen unos pocos marines para realizar tareas rutinarias.
Más del noventa por ciento del submarino sigue oculto, lo que nos da una pequeña idea de la capacidad de estas máquinas que, con cientos de tripulantes abordo, una tecnología punta y capacidad nuclear, pueden moverse sigilosamente por todo el planeta y desplegar toda su potencia militar allí donde sus mandos decidan. Impresionados como estamos, sólo nos queda esperar que estas máquinas de guerra sean empleadas como instrumentos para la paz.
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