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Insistió en que el oxígeno volviera a sus pequeños pulmones, y logró devolverle la vida
Playground community
04 Abril 2018 19:35
Dicen que no hay vida lo bastante pequeña. Es algo en lo que muchos estaremos de acuerdo pero, no nos engañemos, no todos. Ni mucho menos. Pero si eres un amante de los animales, y los cachorros despiertan tu empatía y sentimientos de forma similar a como lo hacen los humanos, comprenderás el esfuerzo nada ocioso que este hombre llevó a cabo para salvar una vida que otros despreciarían.
Hay que sentir amor y respeto por el caudal de cariño que un perro sabe devolver. Sabe, sin que se lo enseñen. Ellos son así. Sienten y no les importa que el mundo lo sepa. Lanzan su cariño a los cuatro vientos y lo demuestran sin medida, sin cautelas, sin disfraces.
Cuando les dejamos vivir, cuando se lo permitimos, cuando no les maltratamos ni sacrificamos o abandonamos a su suerte, cuando les permitimos unirse a nosotros y somos sus compañeros devuelven todo lo que les damos y más.
Dijo el naturalista y escritor Gerard Durrell que no hay familia completa sin una mascota. Sin la experiencia de convivir en familia con un animal se pierde algo esencial, se carece de una dimensión del amor que el ser humano está capacitado para dar y se hace caso omiso de una serie de enseñanzas pasivas que llegan con su crianza, vida, alegrías, crisis y travesuras. Todo eso nos imprime carácter y ayuda a forjarnos como seres más complejos y completos.
Y eso sucede tanto con lo mucho que ellos nos dan, como con lo que nosotros les damos. Es un flujo constante y complejo, rico como sólo lo son las cosas auténticas. La vida misma.
Este perro salvado de las aguas habrá tenido una segunda oportunidad. O la primera, realmente, tan pequeño como era cuando este meritorio humano decidió pararse, rescatar e insistir en que el oxígeno volviera a sus pequeños y carnosos pulmones. Lo hizo y cambió algo. Esta mascota habrá tenido la oportunidad de cursar y entregar amor y cariño a quién haya tenido la fortuna de adoptarlo. Y cada vez que lo mire a los ojos, le pase la mano por el lomo o note cómo se acurruca contra su pantorrilla se dirá, “¿cómo pudo ser?”.
Pero puede ser. Ocurre. Cada día. Lo importante es que seamos más los rescatadores que aquellos no dispuestos a escuchar el consejo del sabio Durrell.
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