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2,8 millones de dólares por dos esqueletos de allosaurus y diplodocus con una antigüedad de al menos 145 millones de años
Playground community
13 Abril 2018 20:19
Hay quien siente pasión por los dinosaurios. De hecho es una especie de fase por la que pasan todos los niños y algunos no la superan nunca, y siguen toda su vida adulta fascinados por estos gigantes que habitaron la tierra mucho antes que los seres humanos y de las que aún tenemos más dudas que certezas.
Los dinosaurios son capaces de despertar la imaginación y sentimientos que basculan entre la admiración y el miedo. La mezcla, no del todo definida, de reptiles, pájaros y mamíferos, su tamaño imponente y el hecho de que tanto poder fuese fulminado sin dejar rastro por un meteorito o un virus, son quizá los ingredientes mágicos que explican que sus películas se conviertan en franquicias multimillonarias, los museos que albergan sus restos sean visitados por ingentes cantidades de turistas y se vendan sus maltrechos y petrificados huesos por cantidades astronómicas.
Sin ir más lejos, hace apenas unos días, el pasado once de abril, se han subastado en París dos fósiles gigantes de dinosaurio por más de un millón de euros cada uno.
La subasta tuvo lugar en la casa Binoche y Giquello. En concreto, se trata de un allosauro de ciento cuarenta millones de años, cuyo esqueleto fósil mide algo menos de cuatro metros. Un espécimen joven de un tipo de dinosaurio que ha sido muy estudiado y que los científicos conocen bien. Sobre todo el equipo de tres especialistas que han trabajado a jornada completa durante más de sis meses para restaurar y montar la estructura ósea que está completa en algo más de un sesenta por ciento.
El otro ejemplar es un diplodocus de doce metros de largo que ha sido reconstruido por un equipo italiano de paleontólogos y que alcanzó la cifra de un millón ciento ochenta mil euros en el mercado.
Es curioso tanto interés y tanto dinero por unos animales de cuya existencia apenas empezó a saberse algo hace poco más de cien años. Hasta mediados del siglo XIX nadie sabía nada sobre ellos. Las tesis creacionistas estaban muy extendidas y muchos discutían la evolución darwiniana, cosa que no debe extrañarnos porque aún hoy en día pretende prohibirse que se enseñe en las escuelas o que se equipare a la creación directa por el Dios judeocristiano que jugaba con barro en el jardín del Edén. Incluso en naciones tan occidentales y avanzadas como los Estados Unidos ésta es una de esas polémicas recurrentes que nunca se superan del todo en los Estados del Sur.
Pero las evidencias científicas están por todas partes, y fósiles como los que se exponen en los museos de historia natural o los que se vendieron en París estos días no pueden dejar lugar a dudas ni a nadie indiferente. Ellos son la mejor prueba de que hace millones de años este planeta, sus condiciones, su vida vegetal y animal eran tan distintas de las que conocemos que, siendo el mismo mundo, era sin duda otro.
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