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Correr con unas alpargatas de hace mil años es tan romántico como lesivo para tus pies.
04 Agosto 2017 12:29
Los atletas creen que si un compañero llega demacrado a la competición (ojeroso, flaco, con el pelo mal cortado) significa que está en forma. La suposición se apoya en dos conclusiones: o se ha dejado porque solo ha tenido tiempo para entrenar. O está así de desaliñado, en un deporte tan presumido, porque sabe que lo va a petar.
Sea como fuere, lo que ningún atleta está dispuesto a descuidar es el calzado de entrenamiento (nunca verás a un atleta de élite con el dedo gordo asomando por la puntera), y no lo hacen porque saben que son cruciales para protegerse de las lesiones.
Eso vale para todos, también a nivel amateur. Salir a correr con las alpargatas que te compraste hace 35 años solo sirve para acabar con dolor de espalda, periostitis o, en el peor de los casos, fascitis plantar.
“Como casi todo, las zapatillas de correr también tienen fecha de caducidad”, explica a The Independent el representante técnico de ASICS. “Al usar las zapatillas cinco veces por semana el amortiguador y la tecnología de la suela se desgasta. Las zapatillas tienden a durar entre 450 y 800 kilómetros, dependiendo de lo bien que las cuides”.
Además del cuidado, también influye la distancia recorrida a diario, el peso y la pisada. “Los corredores de pies ligeros que utilizan la suela completa podrán exprimir durante más kilómetros sus zapatillas”, sostiene la fisioterapeuta Jenny Blizard. “Durarán más en los pies de alguien que pesa 50 kilos que en los de quien pesa 120”.
Entonces, ¿cómo estar seguros de que necesitamos cambiar de calzado? Blizard señala las siguientes pistas:
Cuando la banda de rodadura empieza a estar lisa en algunas partes. El patrón de desgaste es también un indicativo de la marcha, así que si hay un lado especialmente desgastado podremos identificar nuestro tipo de pisada.
La media suela ya no tiene el mismo aspecto. Podemos notarlo con el tacto. Los componentes de espuma y plástico en la entresuela pierden su capacidad de recuperación después de varios cientos de kilómetros, terminando deformados o excesivamente flexibles.
La plantilla del calzado están deshilachada. El daño en la plantilla puede devenir en un mal ajuste del calzado, con las consiguientes ampollas y puntos calientes durante la carrera.
¿Y qué podemos hacer para cuidarlas mejor?
Lavarlas a mano siempre es mejor que meterlas en la lavadora.
Si entrenamos durante más de cuatro días a la semana conviene tener un segundo par de zapatillas. La idea es combinarlas para que vuelvan a recuperar su forma tras las jornadas más exigentes.
Debemos mantenerlas en un lugar cálido y seco para que la media suela se expanda después de cada entrenamiento.
Si quieres que te duren utilízalas solo para correr. No son para salir de fiesta, ni para ir a la playa, ni para vendimiar.
(Vía Independent)
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