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Por qué los seres humanos nos abrazamos

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Lo hacemos todo el rato y nunca nos preguntamos la razón

claudio moreno

04 Agosto 2017 18:00

Getty

Google dice que los abrazos son… terapéuticos. Curativos. Buenos para la salud. Da vueltas sobre la idea de que meternos entre las alas de una persona funciona mejor que el Ibuprofeno, atacando la raíz del dolor.

Por eso no extraña que en culturas como la nuestra el gesto haya arraigado fuerte, también en contextos de asueto, y la gente se lance a los brazos de sus iguales con la boca llena de saludos, felicitaciones y despedidas varias.

No obstante, como sucede con la mayoría de patrones culturales, el abrazo funciona de diferente forma para cada uno de nosotros, e incluso cobra más o menos relevancia dentro de la trayectoria vital de una persona en función de las necesidades que le van surgiendo.

Así, mientras algunos abrazan con total naturalidad a sus compañeros de trabajo cuando estos alcanzan un objetivo determinado, otros evitan el contacto y se quedan en un segundo plano, al margen del corro. O al contrario, marcan ellos el gol y se van al córner a celebralo esperando que vengan todos.

Pero no va nadie. Y da mucha penita.

Dejando de lado el debate de por qué algunos necesitamos más afecto, este texto busca comprender el gesto y su propósito a lo largo de la vida de una persona. Veamos cómo evoluciona ese propósito.

Naces. Originalmente, la acción de rodear con los brazos se utiliza para consolar a los niños pequeños que atraviesan un proceso de enfermedad o angustia emocional. La gente entiende que los niños no pueden ser consolados mediante la razón, así que tiran de abrazo para prestarles apoyo. Abrazamos como acunamos o les damos una palmadita en la cabeza.

Creces. A medida que avanzamos hacia la adolescencia nos van racionando los abrazos en base a la siguiente idea: cuando maduramos dejamos de necesitar tanto afecto físico porque por fin tenemos acceso a la razón.  Pero sí lo necesitamos, más que en cualquier otra etapa.

Te reproduces. Teóricamente, al abrazarnos estamos liberando una sustancia llamada oxitocina o, como la conocen algunos, la “hormona del amor”. La oxitocina se produce en el hipotálamo y está implicada en la formación de los lazos amorosos como los que forman las parejas.

No mueres. En edades más tardías dejamos de recibir abrazos de nuestros padres, pero los sustituímos por los de nuestros amigos. Lidiamos con el estrés, el miedo o la decepción gracias al abrazo de otros adultos que sufrieron situaciones parecidas, adultos que estuvieron enfermos y preguntaron a Google en busca del remedio más efectivo contra su dolor.

(Vía Bustle)

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