Esta masajista ya es mundialmente conocida por tratar a famosos utilizando una técnica bastante inusual dentro de esta práctica: el método de la "mordida".
Dorothy Stein empezó su andadura con 5 años, cuando sus padres le enseñaron algunas técnicas de masaje. Además, como hippies apasionados de la música, también le introdujeron en este mundo, llevándole a conciertos desde que tuvo uso de razón. Con dos años fue al primero, de Melanie, y con menos de 12 ya había visto en directo a grupos como Grateful Dead y Frank Zappa.
Esto hizo que Dorothy se convirtiese en una auténtica melómana siendo muy joven, lo que le llevó a buscar formas alternativas para poder ver los máximos shows posibles. Fue entonces cuando empezó a trabajar dando masajes a los artistas en el backstage, con el fin de poder ver los conciertos de forma gratuita. Su primer cliente, Def Lepard, le dio a cambio del masaje varias entradas para su concierto, cuando Dorothy tenía solo 15 años. Este fue el comienzo de una larga carrera que le llevaría a ver más de 3.000 conciertos gratis. Entre los artistas empezó a ser conocida como Dr. Dot, apodo que al parecer le adjudicó el propio Zappa.
En 1994, Charlie Watts, batería de los Rolling Stones, le insistió en que empezara a cobrar para que le tomaran en serio. Fue entonces cuando el grupo británico contrató a Dorothy para que les acompañara durante tres tours consecutivos. Esta experiencia hizo que muchas otras celebridades quisieran ser masajeadas por la Doctora Dot: Kanye West, Katy Perry, Paris Hilton, Courtney Love, Simon Cowell, Mariah Carey...
La técnica de la "mordida"
Una de las técnicas más controvertidas de la Doctora Dot es la "mordida": como su nombre indica, Dorothy utiliza sus dientes para masajear, de forma muy fluida y sin tocar ningún hueso, ciertas partes de la espalda, el cuello, los hombros, y, a veces, los glúteos. Para ello, da grandes mordiscos (no lo suficientemente fuertes como para herir la piel, pero sí para poder agarrarla y estirarla) con el fin de calentar la piel para el frotamiento que viene después.
"Nunca he hecho daño a nadie realizándolo, de hecho, a los clientes les resulta divino", afirma la doctora. "Es una sensación que no han experimentado nunca y me dan su confianza durante todo el proceso."
Solo una pequeña porción de sus clientes lo hacen, sin embargo, los que sí disfrutan de la mordida son verdaderamente adictos. Algunos de ellos son Sting, o Simon Cowell, quien voló un día de Berlín a Londres sólo para poder disfrutar de esta técnica a tiempo.