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El impactante momento de ver a una ballena jorobada pasando a medio metro de tu paddleboard

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“OMG. ¡No sé que hacer! ¡No sé que hacer!”

Playground community

01 Junio 2018 09:38

“Cuando menos se espera, salta la liebre”, suele decirse. O en este caso que nos muestra el vídeo, un animal bastante más grande.

Pongámonos en situación: estás sobre una tabla de surf de remo o paddle surf, con tu traje de neopreno, disfrutando de la comunión con el océano Pacífico. Estás ya un tanto distante de la orilla, en Hawái nada menos. Y entonces, al hendir la pala en el agua, tropiezas con algo. Por curiosidad, enfocas la cámara que llevas para registrar tu audaz acto hacia el agua y… entonces, la ves. Y a los pocos segundos tiene parte del cuerpo fuera del agua. Está a escaso medio metro de ti. Casi que podrías tocarla si alargaras la mano.

Lo que se encontró esta mujer se llama científicamente megaptera novaeangliae, pero la conocerás por ballena jorobada. Y si tú fueras Maria Emmerich, a bordo de esa tabla, aunque vivas con una dosis de fama al hombro por ser una reputada nutricionista, te iba a dar igual. Porque a la ballena jorobada le da igual. No es una mascota. No aguarda que le pongas un nombre. Puede que capte tus grititos nerviosos, porque le has golpeado con tu pequeño remo. Nada grave. Nada serio. Nada seguramente molesto. Pero con lo grande que es el océano, también es coincidencia.

Así que la ballena sube, desplaza sus aproximadamente quince metros de envergadura y puede que 30 toneladas de peso para mirar a la intrusa que ha interrumpido su calmo desplazamiento. Y te ve.

Y lo único que se le ocurre es darse media vuelta, obviar —puede que incluso despreciar— tus disculpas. No entiende tu idioma, pero si capta la frecuencia sonora de tus lamentos, de tus agudas voces ante la magnificencia de su aspecto y el repentino reconocimiento que tú misma haces de tu pequeñez, ahí, en el Mar… Le da lo mismo. Gira, se aleja. Hace unas pequeñas ondas en el agua. Sabes que pudo haberte proyectado lejos, haberte descabalgado de tu pedazo de fibra de vidrio o carbono, incluso sin querer. Porque ella es grande y magnífica. Porque ella está en su medio y tú, tan solo lo pretendes.

Pero no te incomodes. No ha pasado nada y tienes una aventura que contar.

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Las ballenas jorobadas han traído mayores aventuras a los humanos que buscaban interaccionar con ellas. En el pasado enero, en la costa de Rarotonga, en las islas Cook, una bióloga llamada Nan Hauser fue salvada de las fauces de un tiburón tigre por uno de estos cetáceos. Mientras nadaba en su compañía, la científica apreció que se aproximaba el escualo y, para su asombro, la ballena la amparó con sus aletas para mantenerlo a distancia. Una vez la bióloga estuvo en su barco, la ballena jorobada aún golpeaba la superficie con la cola para protegerla.

Hay estudios que se centran en probar que, junto a los delfines, la ballena jorobada comparte con grandes simios y humanos un tipo de célula cerebral que desarrolla un papel en procesos cognitivos como aprender, recordar y reconocer, habilidades comunicativas y alianza y cooperación. Lo creemos a pies juntillas. Las ballenas son, lo más. Simplemente, maravillosas.

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