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El comportamiento atroz de una manada (de humanos) asustada
Playground community
16 Julio 2018 19:04
Carece de todo sentido buscar equivalencias en el valor entre las vidas de los humanos y los animales. Hay gente incapaz de mostrar empatía ante la muerte de un sencillo animal doméstico, y no digamos ya si la víctima es un animal salvaje, aunque viva o esté en crianza, contenido en un recinto natural, pero no domesticado.
También hay gente que cree que el concepto de la venganza está para ser saciado. Sea bien entre personas o interespecies.
El vídeo grabado el pasado 14 de julio en la localidad de Klamono, en Papúa Occidental (Indonesia) muestra el comportamiento atroz de una manada asustada. Pero esta manada no era la de animales salvajes: era de humanos.
Humanos que buscaban venganza porque -aparentemente- uno de los suyos había muerto a manos de un cocodrilo cuando saltó la valla de un recinto privado y cerrado, un criadero de cocodrilos bien conocido en la zona, para coger algo de hierba fresca para sus vacas. La misma granja-criadero que luego decidieron asaltar los lugareños para vengar a su convecino, probablemente con la creencia de que muerto el perro, se acabó la rabia. O como se diga en indonesio.
Las imágenes que encabezan estas líneas no son fácilmente de digerir: los animales son sacados de su espacio de cría,lazados para evitar que lancen un postrero ataque, una desesperada defensa, y una vez rodeados, los homo sapiens sapiens los ejecutan, apuñalan, golpean, revientan, sin mediar el menor acto de piedad, entre gritos tribales de supuesto heroísmo colectivo.
Así, hasta 292.
Doscientos noventa y dos animales cautivos masacrados sin pausa durante un par de horas salvajes.
Desconozco si alguien cree firmemente en las equivalencias numéricas de la venganza. Pero el atroz vídeo no puede dejar indiferente a nadie que crea que este mundo está hecho para ser compartido... contando con que, desde la sabiduría humana, se sepan hallar maneras de convivir con otros seres, incluso voraces depredadores que también tienen en sus genes sus propias normas de conducta.
Un hombre irrumpió imprudentemente en su granja de cría, y allí fue atacado, falleciendo más tarde. Ahora hay casi 300 cocodrilos despedazados, desde meras crías a adultos de dos metros de largo. Fueron exterminados con las peores herramientas: el miedo, la ignorancia y la brutalidad.
El ofrecimiento de una indemnización por parte de los criadores a la familia del fallecido no les calmó, no tranquilizó sus temores causados por vivir en la vecindad de un criadero oficial y protegido de cocodrilos. Y los intervinientes eran demasiados como para que las fuerzas del orden y los equipos contratados para cuidar el centro de producción hubieran podido intervenir sin causar males mayores.
A los humanos, claro.
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