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Este libro sobre Star Wars nos enseña lo necesarias que son las rebeliones

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En 'La última mitología: El mundo según Star Wars', Cass R. Sunstein desgrana las múltiples lecturas políticas que pueden hacerse de la saga

víctor parkas

29 Noviembre 2017 12:57

Star Wars es una especie de camiseta lisa. No lo es porque cada uno de sus fans (o detractores) tengan poder de decisión sobre qué serigrafiar en ella –la saga acepta tantas lecturas e interpretaciones como bajas hubo en las Guerras Clon.

No, no: Star Wars es una camiseta lisa porque, bueno, ¿acaso conocéis a alguien que no sepa qué es una camiseta lisa? Como escribió el periodista Arion Berger, Star Wars es “un artefacto de culto a la par que un fenómeno asombrosamente popular”. La cita es recogida y ampliada, así, por La última mitología: “En una época de fragmentación cultural, (Star Wars) se trata de un buen truco, un truco que socialmente resulta casi valioso. En una época así ya no es solo que a la gente le guste”, sentencia el ensayo, "sino que puede que hasta lo necesite”.

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La última mitología: El mundo según Star Wars (Alpha Decay, 2017) tiene apariencia inocua: su portada, con un soldado clon aupando a un stormtrooper de lego, parece anticipar que se trata de un producto más de los miles que llegarán antes del estreno de Star Wars: Los últimos Jedi. Una consulta rápida a los antecedentes de su autor basta para desmentir este prejuicio: Cass R Sunstein es una de las principales autoridades en derecho de Estados Unidos; entre 2009 y 2012, trabajó codo con codo, junto a Barack Obama, como responsable de Información y Asuntos de Regulación de la Casa Blanca.

Y, claro: La última mitología no únicamente enfatiza la dimensión y el contenido político de Star Wars; pero, cuando lo hace, sus páginas brillan como solo brilla un sable láser recién desenvainado.

Según Sunstein, la saga de Star Wars, debidamente leída, es un alegato sobre cuán necesarias son las rebeliones.

“Solo la amenaza de una rebelión disuadirá a quienes detentan el poder de hacer cosas innombrables”, reza, la versión novelada de Una nueva esperanza. La frase, señala el autor del ensayo, entronca a la perfección con el discurso y la retórica de Thomas Jefferson. “La sublevación es productiva”, proclamó en una ocasión el tercer presidente de los Estados Unidos. “Previene la degeneración del gobierno y dirige la atención general a los asuntos públicos. Yo sostengo que una pequeña rebelión de vez en cuando es algo bueno”, alegaba, “tan necesario en el mundo de la política como las tormentas lo son para la vida”.

La saga de Star Wars, debidamente leída, es un alegato sobre cuán necesarias son las rebeliones

Lo sorprendente no es que Jefferson influyera en George Lucas a la hora de imaginar su alianza-rebelde-aplasta-imperios, sino que la imaginería galáctica calara, a su vez y como agradecimiento, en la vida política contemporánea –no solo en la de Estados Unidos, sino en la del mundo entero. En la actualidad parlamentaria española, por ejemplo, ha sido Podemos el partido que mejor ha sabido jugar este tipo de metáforas: desde Pablo Iglesias cantando la marcha imperial de Darth Vader en distintos mítines, hasta vídeos fan-made en los que las caras de sus diputados sustituían a las de los héroes de El despertar de la fuerza, por no hablar de grupos de Facebook como Podemos Estrella de la Muerte.

A vueltas con rebeliones y naves imperiales. Consultando el glosario del polémico La Rebelión Catalana, localizamos que su autor, Antonio Baños, dedicaba una entrada, precisamente, a la Estrella de la Muerte. “Es el concepto central de este libro”, escribe Baños. El exdiputado de la CUP defendía, en su panfleto, que el Estado Español está vigilado por una “élite imperial” que “vive flotando sobre el cielo de Madrid en una especie de burbuja de poder maligno a la que podríamos llamar Estrella de la Muerte”.

“Igual que la de la película, la Estrella de la Muerte se encuentra por encima del territorio”, continúa, “y amenaza con el rayo mortífero del boicot y del veto a cualquiera que intente huir”, sostenía, sobre una “nave nodriza” en la que conviven alto funcionariado, vieja aristocracia, prensa, intelectuales, académicos y activos del mundo del entretenimiento.

Pero volvamos a Sunstein y su La última mitología. Una de las cosas que el abogado se encarga de recalcar en su libro es la transversalidad y multiplicidad de lecturas ideológicas que acepta Star Wars. “Sean cuáles sean tus convicciones políticas”, sostiene el autor, “lo más probable es que puedas distinguir a alguna clase de Emperador a tu alrededor, y que le tengas más simpatías a los rebeldes”, añade. “Puede que el líder de tu nación te recuerde a Palpatine, o que el partido opositor sea la Resistencia”. Tengas a Rajoy como Palpatine particular, tengas a Puigdemont; te provoquen terror los aplausos post-DUI o, al contrario, los que siguieron a la aplicación del 155; sean cuales sean tus principios, Sunstein te recuerda que siempre podrás suscribir las palabras de Padmé:

“Entonces”, dirá la princesa Amidala en el senado, ante el pistoletazo de salida imperial, “así es como muere la libertad: con un aplauso atronador”.

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¿Cómo nos enseña Star Wars a luchar contra ese recorte de libertades? Con calle y movilización. Sunstein asegura que la saga galáctica nos advierte sobre la necesidad constante “de una vigilancia ciudadana contra los numerosos aspirantes a emperador que intentarán amasar su poder a expensas del pueblo”.

Muchas veces, dichas movilizaciones; dichas partidas a la “vigilancia ciudadana” surgen de lo que el autor llama “rebeldes conservadores”, cuyo mejor ejemplo encontramos en un personaje como Leia Organa. “Los rebeldes conservadores pueden resultar especialmente efectivos, porque son quienes mueven los hilos del corazón de la gente, la conectan con su pasado y con lo que más quiere”. Si el Imperio los captura, da igual su rango: la pena de sedición pesará, como pesó para Leia al ser arrestada por el gobernado Wilek Nereus, para cualquiera que incurra en rebelión.

La última mitología va más allá de los conflictos entre regímenes políticos occidentales, llegando a hacer preguntas de lo más osadas: “¿Estarán metidos los Jedi en alguna suerte de yihad? ¿Y los rebeldes? ¿Serán terroristas?”. Pensadlo un minuto: la trilogía original –Una nueva esperanza, El Imperio Contraataca, El Retorno del Jedi– bien puede asimilarse como la historia de radicalización de Luke Skywalker, un joven aislado y desarraigado –“el blanco perfecto para cualquier extremista”, señala el autor. “Se cruzará en su camino con Obi-Wan Kenobi”, prosigue, “un incuestionable fanático religioso que sigue a pies juntillas sus ideas extremistas con respecto a la Fuerza”.

“De manera paulatina”, escribe Sunstein sobre Kenobi, “logrará que Luke crea en su causa radical” y “que asuma convicciones religiosas sectarias”.

Revisando, bajo este prisma, la escena en que Darth Vader mata a Kenobi en Una última esperanza, es imposible no fagocitarla en clave de atentado suicida: la forma en la que Obi-Wan se lanza a una muerte segura; la mirada seductora que lanza a Luke antes de recibir la estocada mortal; la siniestra forma en la que sonríe a Vader, antes de que el villano lo reduzca con su sable láser. “¿Será que quiere morir?”, se pregunta el autor en su ensayo.

“Para rematar la radicalización de Luke, (Obi-Wan) rezará una oración Jedi mientras él mismo se suicida. ¿Se os ocurren otros grupos religiosos que procuren inculcar el terrorismo a golpe de berrear oraciones antes de un ataque suicida? Al final, Luke se convertirá en un terrorista con todas las de la ley”.

“De acuerdo”, recapacita al final Sunstein, “esta última también es una locura”.

Aunque, cómo decía el propio Kenobi en Una nueva esperanza, “¿quién es más loco? ¿El loco o el loco que sigue al loco?”.

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