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Síndrome de Pica, adictos a comer no alimentos por placer

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Comer ladrillos, tierra, tornillos o piedras... y comerlos por puro vicio

Gonzalo López-Huerta

09 Junio 2017 06:00

En 1929, un paciente que sufría la enfermedad de Pica ingresó en urgencias de un hospital y le encontraron un total de 1446 objetos no comestibles en su estómago:

453 clavos.

148 semillas.

115 orquillas.

85 piedras.

53 botones.

42 tornillos.


Para entender en qué consiste este síndrome hay que viajar hasta Madagascar —para los poco expertos en geografía, es esa isla al este de África con forma de plátano, la misma que muchos descubrieron con la película de animación de un león, una jirafa, una zebra y un hipopótamo—. Pero Madagascar tiene algo más que animales exóticos. Sus habitantes practican una costumbre arraigada, desconocida y peligrosa: comen tierra y almidón. Y lo mejor es que nadie les obliga. Disfrutan con ello.

Los malgaches, o habitantes de Madagascar, se alimentan de productos que la ciencia no los considera comestibles. Para entender este fenómeno hay que hablar inevitablemente de la enfermedad de Pica: “es como se conoce comúnmente a esta enfermedad que engloba los diferentes tipos de trastornos relacionados con la ingesta de productos no comestibles. Puede ser muy dañina puesto que reduce la bioactividad de nutrientes beneficiosos, introduciendo sustancias tóxicas en el organismos o produciendo infecciones intestinales”, señala Christopher Golden, investigador de la Universidad Harvard.

Lo que para la cultura occidental podría parecer un costumbre primitiva o poco civilizada, pasa a ser algo común, arraigado y extendido en muchas más zonas de las que creemos: “El pica se practica en toda la Tierra, en todas las culturas y en cada esquina del mundo. También pasa en el reino animal, no sólo en humanos”, dice Golden.


El pica se practica en toda la Tierra, en todas las culturas y en cada esquina del mundo.


El uso de no alimentos como parte de la dieta “ha sido un conocimiento transmitido durante milenios, muy similar al uso de la medicina tradicional”. ¿Pero entonces por qué se estudia con profundidad el caso de la isla africana si pasa en todo el mundo? Uno de los factores que hacen a la isla de Madagascar especial es que “entre la población hay un 53,4% de personas que practican la geofagia —comedores de tierra—, mientras que la amilofagia o comedores de almidón es el 85,2% de la población". Los adultos, según revela el investigador estadounidense, son más propensos que los niños a comer tanto tierra como alimentos crudos.

Los malgaches se alimentan muchas veces de vegetales crudos como la yuca, boniatos, granos de café o arroz sin cocer. La explicación que nos dan los científicos para comer esta serie de no alimentos es que lo hacen por placer: por su sabor, textura, olor, temperatura, color... Mientras los alimentos crudos los ingieren normalmente por su sabor, los estudios señalan que cuando comen tierra, lo hacen por su textura.


Lo comen por su sabor, por la textura y por placer.



Pero en Madagascar no sólo comen tierra o alimentos crudos, el 6,1% de la población se alimenta de carbón o el 2% de los habitantes come cenizas. Algunos también comen rocas de sal o tiza. Una de las formas más comunes de este consumo es el “Tany Manara”, que requiere una preparación compleja. Se lava la tierra para posteriormente modelarla en una esfera que posteriormente es secada al sol. Una vez se seca, se corta en partes dependiendo del consejo de un sanador. Después se consumen sólidas, mezcladas con agua o agua de coco.

Quizás una de las claves para entender este comportamiento es que se atribuye un uso medicinal a esta práctica. Sólo así se explica por qué lo hacen con tanta frecuencia. Christopher Golden explica que sirve “de medicina mística, la cual creen que dará buena suerte a quien la consuma”. Mientras en otras culturas los hábitos relacionados con la enfermedad de Pica tienen prevalencia entre las mujeres y las embarazadas, en Madagascar “el consumo de tierra está extendido entre toda la demografía, no existe un target específico”.



La etnomedicina cura a los habitantes de la isla y es más barata que la medicina convencional.



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