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Instalaciones hasta hace poco dedicadas a la producción de componentes electrónicos se reciclan en Japón como sitios de cultivo. El término 'agricultura tecnológica' nunca había tenido tanto sentido como ahora
08 Julio 2014 11:44
La idea de Japón como país líder en tecnología punta y electrónica de consumo hace tiempo que quedó obsoleta. A día de hoy el país del sol naciente viaja a la zaga de EE.UU., China o Corea del Sur en la carrera tecnológica. Marcas como Sony, Panasonic y Toshiba llevan años asfixiadas por la caída de la demanda y la competencia feroz de Samsung y LG en mercados con el de los televisores, y algo parecido sucede en los sectores de la telefonía móvil y los ordenadores personales. La caída de la demanda viene además acompañada de la creciente deslocalización de ciertos procesos productivos en beneficio de países que pueden ofrecer costes más baratos. Si sumamos ambas variables, el panorama al que se enfrenta la industria electrónica nipona es desalentador. Hasta el punto de que grandes marcas como Fujitsu, Toshiba o Panasonic están reorientando parte de su actividad hacia mercados que, al menos a primera vista, poco tienen que ver con la tecnología.
¿Qué hacer con las instalaciones y con la mano de obra especializada que hasta hace poco se dedicaba a fabricar componentes electrónicos para los que ya no existe demanda? En Japón lo tienen claro: la solución está en la agricultura.
The Wall Street Journal se hacía eco el pasado mayo del caso concreto de una fábrica de semiconductores situada en Aizuwakamatsu, en la prefectura de Fukushima. Parte de esas instalaciones, propiedad de Fujitsu, están ahora dedicacas al cultivo de lechugas.
La tecnología al servicio de la excelencia vegetal
Fujitsu tomó la decisión de iniciarse en el cultivo de hortalizas a mediados de 2013 con la intención de dar utilidad a parte de las instalaciones de su fábrica en Fukushima, otrora dedicadas a la fabricación de chips para computadoras. La empresa consideró la posibilidad de instalar un centro de procesamiento de datos o un call center en el espacio que había quedado disponible con el cierre de una de las líneas de producción en 2009. La dificultad para obtener los permisos necesarios les llevó a decantarse finalmente por el cultivo de lechugas y, lejos de buscar nueva fuerza de trabajo para hacerse cargo de la actividad, la compañía decidió confiar la labor del cultivo a sus propios ingenieros.
La lechuga de Fujitsu está desarrollada a partir de una patente de la Universidad de Akita. Su producción está tecnológicamente controlada para que las plantas tengan bajos niveles de potasio, haciéndolas así seguras para el consumo en crudo incluso en gente con problemas médicos como la insuficiencia renal. La compañía usó su know-how en materia computacional para determinar la mejor temperatura, el grado idóneo de humedad y los niveles apropiados de CO2 y fertilizante para dar con el mejor producto. Además, el hecho de que el cultivo tenga lugar en un entorno estéril, libre de bacterias, hace que el producto se conserve de forma natural durante mucho más tiempo; hasta dos meses dentro de la nevera, según los portavoces de la compañía. De ahí que hablen de lechugas producidas científicamente. Y ese factor se paga: los “vegetales de alta tecnología” de Fujitsu cuestan más del doble que una lechuga normal. La calidad, para el que la pueda pagar.
Satisfechos con los resultados de esa experiencia piloto, en Fujitsu se plantean ahora expandir su actividad agrícola a otras zonas de Asia y a productos como la espinaca japonesa y lechugas de la modalidad sangchu. La compañía espera vender vegetales por valor de más de un millón de euros este año. Sus expectativas de cara a 2016 elevan ese cifra hasta rondar los tres millones de euros.
Una tendencia al alza
Fujitsu no está sola en su interés por la agricultura. El año pasado Sharp comenzó a producir fresas japonesas en sus intalaciones en Dubai. Según WSJ, Toshiba también ha expresado su intención de dedicar a la producción agrícola una de sus fábricas cercanas a Tokio, antes empleada en la fabricación de disquetes, y que lleva dos décadas sin uso. Panasonic, por su parte, se prepara para lanzar al mercado una línea de invernaderos inteligentes dirigidos al cultivo de espinacas y otros vegetales.
El Gobierno japonés apoya este desarrollo. El Primer Ministro Shinz? Abe quiere aprovechar el impulso para reestructurar el sector agrario japonés, aún dominado por pequeñas explotaciones familiares que están en manos de gente cada vez más envejecida. Según datos del gobierno, el número de explotaciones agrícolas que hacen uso de métodos tecnológicos similares a los utilizados por Fujitsu se ha cuadriplicado durante los últimos tres años, sumando ya más de 380, y el plan es seguir impulsando esa tendencia.
Teniendo en cuenta que estas compañías se han pasado décadas creando productos y componentes enormemente contaminantes, sin mostrar una gran preocupación por la huella que pudieran dejar en el entorno con tanto desecho tecnológico, su nuevo interés por la calidad de los productos verdes sorprende. Quizás debamos verlo como un gesto de redención de su culpa, impulsado tal vez por un pesimismo de raíz malthusiana. O igual se trate sólo de negocio. De renovarse, o morir
[Vía The Wall Street Journal]
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