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Tras los Muros es el proyecto de un activista anónimo que se infiltra en granjas y mataderos
16 Febrero 2015 06:00
“Lo que encuentras allí es un verdadero infierno, es brutal: es olor a muerte, animales moribundos, desnutridos, enfermos, canibalismo, mutilaciones... Si me dejo llevar emocionalmente por lo que veo cuando estoy dentro es imposible que haga bien este trabajo, porque lo que ves allí te destruye”.
No tiene rostro, no tiene nombre. Es un activista anónimo y nos habla desde algún punto indeterminado de la península ibérica. Le llamaremos X. Él será nuestros ojos en un viaje por un oscuro túnel en el que deberás vigilar dónde pisas: hay charcos de sangre por todos lados.
El punto de partida de esta travesía es la página que ha creado para su proyecto más reciente: Tras Los Muros. Allí, y también en Facebook y Flickr, ofrece de manera gratuita – a medios y particulares– el material fotográfico y audiovisual que captura en sus incursiones: se dedica a infiltrarse en explotaciones ganaderas y mataderos de diferentes países para retratar todo aquello que la inmensa mayoría de la sociedad nos empeñamos en no ver. Todo lo que se sucede más allá de los altos muros de una industria opaca y celosa de su intimidad.
Pero lo suyo, a diferencia de las investigaciones habituales de los colectivos animalistas –que apoya, y con las que también colabora–, no es la cámara oculta: la base del proyecto reside en obtener imágenes con calidad, estéticas, impactantes. “Las imágenes que han tenido impacto a lo largo de la historia denunciando diferentes tipos de injusticias son imágenes muy concretas que quedan en la retina de la sociedad para siempre. Eso es a lo que intento llegar”.
Parece que X, consciente de las dinámicas virales de la comunicación digital y del creciente apetito de los medios tradicionales por publicar contenido provocador, quiere aprovechar el tirón y aplicar las técnicas del marketing a su causa. Nada descabellado, teniendo en cuenta que aquello que más se comparte en las redes sociales es material de rápido consumo y altamente emocional. Si sus fotos consiguen prender ese fogonazo de rabia, de empatía o de indignación, su mensaje de concienciación se esparcirá como la pólvora. “Quiero que la sociedad se ponga en el lugar de la víctima, quiero que sientan lo mismo que ella para que comprendan su injusticia”.
Y para eso hay que mirarla a los ojos:
¿Y cómo lo hace? ¿Cómo busca esa bomba perfecta de denuncia, empatía y calidad estética, teniendo en cuenta que se mueve de incógnito? “No puedo desvelar cómo lo hago, porque eso me pondría en riesgo, pero evidentemente trabajo con el engaño. Existen diferentes maneras de hacerlo, a veces tienes que estar durante meses detrás de alguien para, al final, no conseguir nada. Es muy frustrante”.
Pero otras muchas veces, lo logra. Y lo que allí se encuentra es demoledor, aunque lo haya visto cientos de veces: “Los animales están en situaciones difícilmente imaginables por una persona que nunca ha traspasado ese muro. Es brutal. Hay un abuso por encima de lo institucionalizado, por encima de la norma. Lo que la gente piensa que es un maltrato aislado en una granja, en realidad sucede en todas”. Estamos hablando de animales agredidos, golpeados, mutilados, moribundos... Violencia espoleada por la violencia, una espiral de difícil control.
Ha traspasado los muros de explotaciones, mataderos (y también plazas de toros) de diferentes lugares de España, México… El peligro es evidente, y por eso mantiene el anonimato: “Son ambientes muy mafiosos. Es una de las industrias de las más poderosas del mundo. Y una imagen puede hacerles mucho daño, puede suponerles muchas pérdidas económicas”.
Dice que, aunque su cámara hace de barrera y no se deja llevar por los sentimientos, una vez termina y se va, las imágenes de lo que allí ha visto se instalan en su cabeza. “Las emociones vienen después. Cuando estás volviendo en el coche, o cuando llegas a casa y te pones a editar las fotos... te asaltan todo tipo de recuerdos. Algunos son inolvidables”.
No le importa. Quiere seguir prestándonos sus ojos para iluminar los rincones más oscuros de este largo túnel, sin importar dónde pisa, sin reparar en los charcos pegajosos de sangre. Seguirá trabajando de manera anónima, como una sombra que se cuela en los edificios sin que nadie se de cuenta, sin que nadie la recuerde. Confía en que un día, alguna de sus imágenes llegue lejos y miles de personas conozcan todo lo que otros ocultan y callan.
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