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Sports
Tienen el mejor colectivo del soccer y los republicanos llevan 56 años sin ganar allí. Tras su apocalipsis financiero, la Motor City vuelve a tener motivos para sentirse orgullosa
17 Noviembre 2017 14:29
La quiebra de Detroit fue la crónica de una muerte anunciada. La Motor City explotó en el verano de 2013 con una deuda inasumible, un paro que no hacía más que crecer y una población menguante por la deslocalización de sus empresas. Eran los ingredientes perfectos para que se cociera la mayor bancarrota municipal de la historia de EEUU.
La crisis inmobiliaria se cebó con la ciudad y desafió cualquier tipo de lógica de los analistas económicos: se llegaron a ver casas por 100 dólares.
En medio del apocalipsis financiero, los habitantes despreciaron el discurso racista, especulativo y violento de Donald Trump -que centró su campaña en recuperar el esplendor automovilístico de Detroit-, y volvieron a confiar en el del partido demócrata, basado en una recuperación progresiva del trabajo de toda la comunidad. De hecho, los republicanos son incapaces de darle la vuelta a la tortilla electoral en Detroit: ya van 56 años consecutivos de gobierno demócrata en la ciudad, desde los tiempos de Eisenhower.
Esa conciencia comunitaria entre obreros tiene su mayor representante en el Detroit City FC. En 2012, un año antes de que la quiebra pasara de oficiosa a oficial, cinco hombres de la working class fundaron este club.
COMUNIDAD VS CRISIS
Buscaban brotes verdes en medio de una ciénaga y se encontraron con un apoyo total por parte de los lugareños. La temporada pasada ganaron por primera vez el campeonato de su grupo y tuvieron una media de 5.200 espectadores -lo mismo que el Eibar en La Liga, por ejemplo- jugando en la NPSL, la 4ª división del fútbol estadounidense.
"El apoyo de la ciudad define el crecimiento del club, y a la inversa. Es lo que hizo ganarse al club una reputación tan respetada. El Detroit City recibe tanta asistencia porque los aficionados sienten que construyeron este club tanto como lo hicieron sus propietarios", nos dice Stephen Carroll, un estudiante inglés que llegó a la Universidad de Davenport y aprovecha el fin de la temporada universitaria para jugar en el Detroit City, como tantos otros.
Una muestra de la identificación de los aficionados con el equipo es el Keyworth Stadium. Gracias a una ley estatal que permitía a los residentes de Michigan invertir privadamente en inmuebles que hubiesen sido financiados con dinero federal, el equipo recaudó 750.000 dólares con los que rehabilitó gradas, vestuarios y banquillos, además de recurrir al trabajo voluntario.
La misma gente que vio cómo quebraron los referentes económicos de la ciudad -Chrysler y General Motors entre ellos- hicieron un esfuerzo para que su equipo tuviera un campo en condiciones y no acabara siendo un estadio fantasma, como acabó pasando con barrios enteros a las afueras de la ciudad.
De hecho, durante los años 50 Detroit llegó a ser la cuarta ciudad más poblada del país con más de 2 millones de habitantes. Hoy no llega a los 700.000.
Gran parte de ese dinero invertido en el estadio lo recaudó la Northern Guard, el grupo de aficionados más grande del Detroit City.
Llevan animando al equipo desde el primer partido que jugó, reúnen entre 2000 y 3000 personas de todas las edades y etnias cada fin de semana en su grada, y muchos lo consideran el mejor colectivo de todo el soccer norteamericano.
"No tenemos ninguna ideología oficial, pero apoyamos las causas LGTB", nos cuenta su portavoz, Dion Degennaro.
El resultado fue un estadio con capacidad para 7.000 personas, pero que no se puede ampliar por estar pegado a varios bloques de pisos.
¿Es necesaria la ampliación?
¿DEL FÚTBOL AMATEUR AL GRAN CIRCO?
El Detroit City compite en una categoría en la que no se puede ascender ni descender, como siguen las competiciones del deporte estadounidense. Hace unos meses, varios dirigentes de la MLS -la categoría más alta del fútbol en EEUU- insinuaron que añadir al club en su expansión de cara al 2022 sería todo un éxito.
Sin embargo, el modelo social del equipo choca frontalmente con la mercadotecnia y las grandes marcas de la MLS. Es un club sostenible que no pasa del millón de dólares de presupuesto y vende sus entradas a 10 dólares, 60 si deseas el abono para toda la temporada.
No hay dinero para jugar en el gran circo, así que desde la liga están convenciendo al dueño de los Cleveland Cavaliers, Dan Gilbert, y al de los Detroit Pistons, Tom Gores, para que pongan los 150 millones de dólares necesarios para darle a la ciudad su primer equipo profesional de fútbol en 40 años. El Detroit Express fue el último, jugando la antigua NASL entre 1978 y 1981 hasta que se mudaron a Washington.
Este ascenso de categoría tiene dos grandes inconvenientes: el paso del fútbol amateur al profesionalismo y la rebelión de la afición.
La mayoría de jugadores del Detroit City -y de toda la categoría- son estudiantes universitarios que juegan en el club para mantenerse en forma cuando se acaba la temporada NCAA, probar lo que es estar en la dinámica de un club semiprofesional e intentar llamar la atención de algún ojeador. Estos jugadores no pueden cobrar, ya que está prohibido por las normas de la NCAA. De hecho, si lo hicieran podrían perder su beca deportiva.
Aaron Franco es otro universitario talentoso del Detroit City. Llegó a los EEUU desde Perú para estudiar en la Universidad de Maryland y un técnico del club le reclutó. "Muchos compañeros son estudiantes porque tenemos la oportunidad de llegar a Primera a través del sistema universitario. En los veranos jugamos en clubes de buen nivel como el Detroit City para prepararnos para lo que viene y vivir lo que es ser un profesional", explica.
FUCK MLS
Aunque la voluntad de la afición es lo que imposibilitaría el ingreso del club en la MLS. Con hablar con cualquier persona cercana al equipo, uno se da cuenta que lo importante es la filosofía comunitaria, no la competición. Las banderas dando la bienvenida a los refugiados, el apoyo a la comunidad LGTB y las protestas contra los desahucios llenan las gradas.
"Hay gente de la ciudad que no apoya al equipo por el mero hecho de no jugar en una categoría alta, pero no nos importa lo más mínimo", asegura Degennaro.
Por esa idiosincrasia del colectivo, cuando se le plantea a Northern Guard la posibilidad de jugar en la máxima categoría te contestan con un "FUCK MLS". Literal.
Los integrantes del colectivo vieron cómo los años de bonanza sustentados en las grandes compañías de coches eran un preludio del desastre más absoluto.
El buen rollo de la banda sonora de la Motown Records de Stevie Wonder, Marvin Gaye, las Supremes o los Jackson 5 se fue al traste con el paro y las casas vacías convertidas en fumaderos de crack. Simplemente, la Northern Guard no quiere venderse.
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