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Nunca habías visto una migración de peces tan extraña como esta

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Un pequeño ejército, imparable

Playground community

06 Abril 2018 14:05

Es un día de excursiones, de aire libre, de disfrutar en familia y visitar parajes naturales, salvajes y hermosos. Los árboles rodean un río fresco y transparente. Las aguas fluyen, allá tranquilas, allá saltan desgarbadas y siguen su camino, dulces y frías bajando hacia el mar. Y los excursionistas se asoman y algo les llama la atención: una gruesa línea negruzca que avanza irregular de forma paralela a la orilla. ¿Que será?

Se acercan. Una legión de peces minúsculos marchan en procesión vigorosa. Cientos, miles de peces. La línea es eso. Peces que avanzan en grupo de forma ordenada, como si de una enorme masa de manifestantes se tratara. Perces que no se dejan llevar por las aguas, sino que las atraviesan y nadan contracorriente, hacia arriba, hacia la fuente, hacia el origen del agua.

Los excursionistas observan con cara de pasmo. La corriente remontada por una interminable, estructurada y notablemente gruesa fila de “Chupapiedras”. Así los llaman los lugareños por lo cerca que nadan de las riberas acotadas de cantos rodados suaves y redondos, trabajados por el agua imparable.

Esa peregrinación anual de los peces para reproducirse, se produce en la época más seca del año, y siempre a contracorriente. Como los salmones, que son más grandes y llevan más mérito y fama en su feroz viaje a favor de su procreación y en contra de la dirección de las aguas, con obstáculos en forma de troncos, o saltos de nivel o rocas, o los fondeaderos de osos cazadores que devoran y rechupetean hasta las raspas y acumulan calorías para su largo y adormecido invierno.

Los chupapiedras son más discretos, pequeños, oscuros, casi mínimos, pero su labor es constante y asombrosa en la escala de lo pequeño.

Un pequeño ejército, imparable. Una cinta marrón de pequeñas criaturas guiadas por un instinto ancestral que les conduce a procrear, a la vida, y seguramente también a su propio final. Un espectáculo para biólogos y también para excursionistas de ciudad que miran, o miramos, embobados a estas pequeñas criaturas, miles de ellas, que como uno sólo, remontan y superan las corrientes fluviales sin saber lo que les espera, siguiendo un mandato genético imposible de localizar en lo físico ni aún a niveles microscópicos pero que forja, incluso en los más humildes seres, una voluntad de hierro hacia su objetivo final.

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