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Un animal varado en una fosa de barro y una excavadora amarilla accionada con una delicadeza exquisita
Playground community
19 Marzo 2018 20:01
¿Quién no quiere ser un héroe? Solemos escandalizarnos o comentar con cierta amargura episodios terribles que nos hacen dudar de nuestro mundo, pero la humanidad también tiene un buen puñado de buena gente con buenos instintos y ganas de ayudar. Y es genial cuando reconocemos esa empatía por otras criaturas. Por eso nos conmueven las imágenes y episodios de personas que rescatan delfines o ballenas varados en las playas o, como en este caso, un pequeño elefante atrapado en un pozo de barro en la ciudad de Alur en Karnataka, India.
A los elefantes les encanta el barro. Chapotean, se tumban, nadan y retozan en charcas de barro con auténtico placer. Pero este pequeño elefante se ha quedado, por algún motivo, separado de su manada y, aunque pese más grande que diez hombres, no deja de ser una cría que no es aún capaz de valerse por sí misma.
En las imágenes vemos al elefante tratando de salir de la charca, en la que ya había pasado toda la noche. Lo intenta una y otra vez. A veces parece que desiste y se tumba, pero lo vuelve a intentar. Sus patas no son lo suficientemente grandes ni fuertes y resbala en los bordes de la charca que se deshacen cuando intenta trepar. La gente se ha ido concentrando. Algunos se ríen de los esfuerzos del pequeño. La mayoría lo contemplan esperando que en su nuevo intento, por fin lo consiga. Por momentos la situación parece desesperada.
De hecho, un hombre se acerca con una larga vara cortada de alguna planta y parece tentarlo con sus hojas a salir varias veces. Y lo cierto es que el elefante lo intenta. Y el hombre se aproxima y aleja, sabedor de que, en el fondo, lo que tiene en frente no deja de ser un animal de gran envergadura que podría acabar con su vida.
La escena se prolonga y el pobre elefante parece resignarse a no poder salir y se tumba en el barro. Nos viene a la mente que realmente podría llegar a perecer ahí.
Pero finalmente aparece una pequeña excavadora amarilla. Y vemos cómo, con una delicadeza exquisita, el operador de la máquina pone la cazoleta de la excavadora bajo las patas traseras del elefante, le empuja y sirve de apoyo y, por fin, el animal consigue salir del pozo de barro en el que parecía ya estar atrapado para siempre.
En un primer momento el elefante ataca y embiste la máquina que acaba de salvarle, mientras los operarios huyen. Finalmente se aleja y adentra en la selva. Y, en ese momento, los gritos de júbilo se desatan con una alegría que compartimos como si hubiésemos estado presentes. Como si fuésemos uno más. Quizá lo somos.
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