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La fotógrafa Joana Choumali retrata el proceso de fabricación manual de maniquíes curvilíneos en África occidental
16 Junio 2016 14:00
Pechos llenos que miran hacia el cielo y nalgas desmesuradas. Si en occidente estamos acostumbrados a ver maniquíes que rozan la complexión enfermiza con sus vientres extra planos y sus tobillos más finos que los de una muñeca, en África las modelos de tiendas adquieren unas medidas muy alejadas de nuestros estándares.
Desde que hace 25.000 años se hiciera la primera Venus de Willendorf, los cánones de belleza han ido cambiando siglo tras siglo, asentándose de maneras diferentes alrededor del mundo. Ahí está la Venus de Milo con sus formas clásicas, las simétricas faraonas egipcias, las exuberantes damas renacentistas y las modelos de extrema delgadez de nuestra época.
Siglo tras siglo, las mujeres han sido condenadas a parecerse al Patrón, al ideal perfecto de belleza que había sido ideado, en la mayoría de los casos, por un hombre. Como si él supiera algo del cuerpo femenino. Y no hay mejor espejo de ese proceso que los maniquíes, los cuerpos que deben asentar las ropas con las que deberemos soñar.
Intrigada por los nuevos maniquíes que poblaban las tiendas de la capital de Costa de Marfil, la fotógrafa Joana Choumali comenzó a documentar al nuevo patrón de belleza que se instalaba en el país.
La mayoría de los maniquíes eran de formas contundentes, grandes pechos, nalgas de un tamaño muy exagerado y finos brazos. Sus formas idealizadas cumplían con el ideal africano de mujer perfecta y saludable donde las caderas anchas y grandes mamas se reservaban todo el protagonismo.
Para poder conocer de dónde venía ese ideal de "Awoulaba", que en baule significa "reina de belleza", Choumali se desplazó hasta los primitivos talleres donde las manos de los fabricantes modulan a su antojo el canon imperante.
El fenómeno de crear estas figuras nació hace muy poco, en 2011, cuando los artesanos comenzaron a crear su propio estándar alejado de las imposiciones occidentales. Los maniquíes se crean con las manos y se pintan de colores más propios del continente.
Durante su reportaje fotográfico, Choumali investiga el concepto de belleza y perfección que hostiga a las mujeres en todo el mundo. ¿Debemos modular nuestro cuerpo en función de los maniquíes que nos rodean? ¿Diseñar nuestro propio concepto de belleza?
Pero, ¿qué hacer cuando la sociedad te impone el patrón, cuando ese patrón es aceptado? Los maniquíes venezolanos adquieren formas tan irreales que solo pueden ser obra de un cirujano. Las chicas colombianas se ponen bajo el escalpelo desde antes de cumplir los 18.
Los aumentos de pecho son los reyes de las operaciones en prácticamente todas las partes del mundo. Nunca es suficiente. La sobre sexualización, considerar el cuerpo de una mujer como un objeto del que presumir y al que manosear, empuja a muchas jóvenes a la depresión, los problemas alimenticios, las operaciones innecesarias...
Los maniquíes de Costa de Marfil, realizados con el mayor cuidado por sus fabricantes en poliéster y coloreados con spray, son una muestra más de esa búsqueda del ideal que se quiere convertir en persona.
Los fabricantes son tan cuidadosos con su trabajo que incluso se hacen fotos con sus productos. Las tratan como a humanas de carne y hueso y les ponen nombre mientras secan al sol sus recién pintados cuerpos.
Pero no son humanas. No son reales. No son patrones de nada. La segunda parte del trabajo de Choumali consistió en superponer los cuerpos de los maniquíes a mujeres reales como Naomi Campbell o Nicki Minaj.
Por supuesto, las medidas no coincidieron.
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