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Nuestros ríos y lagos se han convertido en una verdadera amenaza química

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Un nuevo estudio encuentra un número alarmante de pesticidas y químicos farmaceúticos en cauces fluviales de todo EEUU. Muchos de esos compuestos son disruptores endocrinos

L.M.R.

22 Octubre 2017 17:59

Getty

Las medicinas que te receta el médico cuando andas jodido, las drogas que consumes para sentirte otro durante unas horas de espejismo y hasta las frutas y verduras que compras en el 'hard discount' para ahorrar unos duros. Todo está afectando, y afectando para mal, a nuestros ríos. Y eso tiene un precio (doble) para todos.

“Hay estudios que muestran que este tipo de contaminantes, incluso en dosis pequeñas como las que vemos aquí, son capaces de causar efectos biológicos en nosotros y en nuestro entorno”, advierte Paul M Bradley, hidrólogo del Servicio Geológico de los Estados Unidos. El científico hace referencia a un par de nuevos estudios, de los que él mismo es coautor, que vienen a demostrar que la contaminación química afecta ya, en mayor o menor grado, a la práctica totalidad de los ríos de EEUU. Y esos químicos pueden tener un efecto como disruptores endocrinos.

Bradley y sus colegas tomaron muestras de agua de 35 cauces fluviales a lo largo y ancho del país (puedes ver las localizaciones en este mapa interactivo). Algunos eran cauces urbanos y otros estaban situados en zonas rurales. Tres de esos cauces eran arroyos situados muy lejos de cualquier asentamiento humano. Luego se fueron al laboratorio a realizar dos tipos de análisis.


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En la primera de las pruebas, los investigadores analizaron las aguas recogidas en busca de 719 compuestos químicos previamente definidos. Encontraron 406 de esos compuestos en las muestras. Entre los 10 compuestos más recurrentes había ocho pesticidas y dos químicos de uso farmacéutico, la cafeína y la metformina, un fármaco antidiabético de aplicación oral.

El segundo de los test utilizó un acercamiento distinto. No se buscó la presencia de compuestos químicos concretos, sino que se recurrió a ensayos de estandarización biológica para observar el efecto que los químicos presentes en las muestras —los que fueran— tienen sobre determinadas funciones de un organismo vivo.

En este caso concreto, estudiaron si esas aguas tenían algún impacto significativo en los receptores de estrógeno (un grupo de receptores celulares que son activados por la hormona sexual femenina y que participan en la regulación de la expresión génica), el receptor androgénico (lo mismo, pero cambiando estrógeno por testosterona) y el receptor de glucocorticoides (regula genes implicados en el metabolismo y la respuesta inmune). Y encontraron que las aguas afectaban a esos tres indicadores. Luego, cuando trataron de identificar los compuestos que habían motivado esas respuestas bioquímicas, se vieron en problemas. El efecto no se correspondía con la causa, por decirlo de alguna manera.


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Según los investigadores, los 406 compuestos identificados en la primera prueba no deberían haber generado una respuesta tan intensa como la que habían registrado en los receptores androgénicos y de glucocorticoides, pero la estaban generando.

“Podría ser que hubiera otros químicos que no estábamos analizando que interactuaran con el receptor. Podría ser que la combinación de varios compuestos esté creando una especie de respuesta integrada de la que no somos conscientes. O podría ser que algunos de estos químicos realmente afecten a estos receptores y aún no lo sepamos porque nadie ha estudiado nunca esa actividad”, explica Bradley. Tres posibilidades que ponen de manifiesto que los efectos de estas sustancias sobre el medioambiente y sobre la salud humana son, sobre todo en lo que se refiere al largo plazo, fundamentalmente desconocidos.


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Los investigadores señalan en su trabajo que los 719 compuestos químicos analizados son una pequeña fracción de los más de 85.000 compuestos químicos —y subiendo— que se están produciendo en el mundo ahora mismo.

También apuntan a una correlación a tener muy en cuenta: de los cauces analizados, aquellos más próximos a las plantas de tratamiento de aguas presentaron mayores concentraciones de químicos. ¿Cómo abordar ese problema?

Bradley responde con más preguntas.

“¿Deberíamos tratar los desechos cerca de sus fuentes (nuestras casas o nuestras oficinas) en vez de recolectarlos y tratarlos de forma agregada? ¿Deberíamos adoptar una química ecológica? ¿Cambiamos la manera en la que diseñamos moléculas para, en vez de maximizar su actividad biológica y su tiempo máximo de almacenaje, hacer compuestos que se degraden de manera más rápida y que además estén dirigidos a un objetivo más específico, evitando así que afecten tanto a otros organismos?”.

Las respuestas, entre todos.


[Vía Environmental Science and Technology]


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